Tuesday, May 22, 2012

Indulto a un culo 501

El indultado suena. Miro la pantalla de mi Nokia antidiluviano, sin internet, sin guatsap, nada. Le coloqué encima una sartén ardiendo y sobrevivió. Merecía el indulto. Es Nuria quien llama y son las 3 del mediodía. No se llama a la hora de comer si no es urgente. Entonces, ¡es urgente! -Anna, socorro, escucho -¿Qué pasa?, me asusto a la vez que me pongo en pie y mi sopa minestrone se va a tomar viento del norte. -Estoy dentro del coche en el garaje de mi casa y …bf…r..nec…agr Todas las tecnologías del mundo y no hay cobertura en un garaje de planta baja. Una amiga es un tesoro, así es que con el bolero en el alma, la puerta de la terraza abierta, la mesa salpicada de brócoli, guisantes y pedazos de zanahoria, lo dejo todo y voy. Encuentro a Nuria dentro del coche, pálida, llorosa, con una roncha en la mejilla y el cabello salpicado de pinaza. Me dice que está pinzada en algún lugar de la espalda. La ayudo a moverse, nos vamos hacia la Corachán y me cuenta entre lágrimas: Estaba pegando un polvo en el suelo del jardín y entre vuelta y vuelta hemos llegado hasta la escalera y… Un bache en el asfalto y un grito de dolor ahogaron el relato. Tres horas más tarde, ya en el sofá de su casa, me lo cuenta con detalles. Nuria trabaja en una casa de Pedralbes rodeada de jardín. En la parte de delante hay parking, en la de atrás hay pinos y una escalera de piedra que conduce a un estanque en el que veranea una colonia de mosquitos tigre. Me cuenta: - Fede lleva meses insistiendo y siempre le he dicho que no. No sé qué me ha pasado hoy, la primavera, no sé, de pronto le he visto diferente, me ha dado un calentón y ya ves. -La culpa la han tenido los 501. Al llegar esta mañana le he dicho: uau, llevas unos 501, sólo los chinos de Avirex han igualado el culo masculino. Algo habré transmitido con la mirada, porque a mediodía me ha llevado al jardín, se ha quitado los 501, se los ha colocado alrededor del cuello, me ha dado un ataque de risa incontrolable y hemos terminado rodando por la escalera, él destrempado y yo con la espalda doblada y tres mosquitos tigre cebándose en mí. ¡Cuántos polvos habrá provocado el 501! Fue Sting quien cambió el jean-chip y trasladó la atención hacia la entrepierna. Acaso sea generacional, pero donde esté un buen culo… Une mucho a las amigas lo de compartir culo, y lo cierto es que Fede tiene uno estupendo, con y sin 501. Tiene un culo indultado, Volví a casa y sobre la mesa, paseándose sobre los guisantes había un mosquito tigre. Ni un culo 501 en el horizonte. He de llamar a Fede.

Tuesday, May 01, 2012

La erección de la tiroides

Que la Viagra ha recolocado a muchos, y por efectos colaterales a muchas, está más que constatado. A Esteban nunca le había hecho falta la píldora azul porque las erecciones fueron de lo más razonables durante los 26 años de matrimonio. Ya fuera por la confianza al tener a la misma mujer siempre o porque cuando ponía los cuernos sus eyaculaciones eran heroicas- eso decían ellas -, el caso es que lo de la disfunción eréctil no iba con él. En una de esos viajes “intercornamentales” ocurrió lo previsible a corto, medio o largo plazo, se enamoró. Su amante, Mercedes, también. Comenzaron juntos un nuevo camino, incluidas las mochilas de los vicios adquiridos, esos que se ocultan y con espontaneidad un día resurgen. Pasado el primer año de desenfreno, el segundo de alegrías y el tercero de porqués – por qué no me quedaría yo donde estaba-, él volvió a los poblados paisajes de hembras con cornamenta y ella a añadir un insigne alce a las reservas de machos en la inopia. Finalmente rompieron, y tras un penoso periplo de disculpas, actos de contrición, golpes en el pecho y dudosas promesas de futuro, Esteban volvió al hogar de la confianza eréctil. Su brillante ex y nueva esposa simuló creerle, y mientras esperaba los resultados de las promesas siguió con su “pasapalabra” de los últimos 3 años, un guapísimo y pobre músico de jazz con el que cada vez que follaba – unas 3 veces por semana - se ponía mirando a Sebastopol. Mientras se esforzaba en cumplir promesas, una tarde de sábado me topé con Esteban en La Bodeguita de Alp. Me invitó a un vermut casero- es de nota- y unos boquerones en vinagre y me contó---“Nunca hubiera imaginado que tendría Viagra en la mesita de noche”. Recordé aquel polvo de COU robado al deseo puntual, único y solitario, que nos convirtió en amigos eternos en unos días en que la erección se daba por hecha. Siguió, “Después de romper quedé con Mercedes, nos acostamos y no se me levantó. Hace dos semanas nos citamos nuevamente y esta vez me tomé la pastillita azul. Tampoco. En casa se me levanta, pero he pedido hora al internista porque esto me pasa con una desconocida y menudo ridículo”. Ya de noche y pensando que el auténtico ridículo era que se comportara como un depredador desubicado, recibí la llamada de una conocida, militante del Opus Dei ceretano: “Te he visto charlando con el marido de mi prima, jajajajaa, que se olvidó el pastillero en casa y mi prima, al ver que llevaba Viagra se la cambió por Eutirox de125 mg, lo que usa ella para su hipotiroidismo, ¿no te parece genial?” No me atreví a llamar a Esteban. ¡Pobre hombre! Si veo que adelgaza (por el Eutirox), se lo contaré, que esto no es broma.

La España que huele

Las personas olemos, claro… Y las duquesas y los plebeyos. “Huele el rey y huele el Papa, y de oler nadie se escapa”. No era exactamente así la oda a la tan marrón, humana y necesaria deposición diaria, pero la rima probablemente más democrática de la historia es también la más polivalente aunque en este caso no pueda ser más irregular el verbo: con hache, sin hache…Un lío del Montepío. Dicen los napia-sexólogos (seguro que existen y son argentinos) que hay pareja porque hay nariz. Es decir, que por el olor que desprendemos, nos atraemos. Ahí, ahí está la respuesta de la boda entre duquesa y funcionario, entre forma y función. Respuestas, preguntas, comentarios y opiniones sobre un tema que, en realidad, importa menos que nada sino hay herencia que medie, en cuyo cayo entraría en juego un nuevo proverbio, el del poderoso caballero. Bueno, pues que se olieron y se gustaron a pesar de los pesares, a pesar de las artrosis varias, la hidrocefalias y las dificultades de dicción, a pesar de ser personajes sometidos a las críticas de una España que se atreve a opinar de lo que no debe porque es una España que se aburre en su día a día, que se pasa por el forro el criterio de no opinar sobre lo que no es asunto suyo, que todavía piensa que esto es una crisis y pasará. Esa España es la que estos días se atreve a opinar desde la ignorancia y el aburrimiento y esa España que, a buen seguro, folla muchísimo menos de lo que le gustaría. En realidad, la gran pregunta, lo que a España le preocupa, es si habrá sexo en la cama de Cayetana y el ya duque, si habrá aristocrática y ducal jodienda. Los más jóvenes, desde esa prepotencia que un día te comes (ellos aún no lo saben, pero se la comerán con patatas) tienen claro que no habrá sexo. Los mayores, sacuden la cabeza y piensan “qué pereza”. A los de en medio nos toca decir: “no estamos muertos… sabemos lo que queremos…” Y en esto del sexo, muchos sabemos que tres eran tres los caminos de la gloria: la lengua, las manos y el lapicero, que decía el abuelo de Marujita, la vecina de la cuñada de la pescadera de Galvany. Tanto quejarse los monárquicos de que las sangres se mezclen, acaso la mejor medida a tomar sería la de plebeyezar a los del fluido azul y convertirlos en consortes de periodistas, de anticuarios, de jugadores de baloncesto, de expertos en aspiración nasal… Cambiar las tornas y así, al final, democratizar apellidos en camas como todas las demás. Porque el “sí, así”, “para, para que me corro”, “el dedo mejor aquí que allá”, “anda, agáchate” y similares, son las mismas en el catre del rey, del Papa y del que no se escapa. ¿Cómo no iban a olerse en la ciudad de España que más huele? Un camino de efluvios de azahar debió conducirles hasta el puente de Santa Isabel y allá, con Triana al fondo y las notas de una saeta que hablaba de amor, sus miradas se cruzaron para ya nunca… ponerse gafas para verse mejor.