Otra mujer y un nombre
Sentada entre
padres, madres y abuelas que habían acudido al festival de Música
de fin de curso de sus hijos en el teatro de Gràcia, Victoria no
podía dejar de apretar las piernas porque las palpitaciones y el
escozor no se detenían. Sabía que estaba mojando la falda, que el
exiguo tanga no era la mejor compuerta para detener el torrente de
memoria del que disfrutaba mientras escuchaba la interpretación de
su hija mayor. La niña le daba a la trompeta y ella solo pensaba en
que la noche anterior había sonado el timbre y allí estaba él, en
la entrada de su loft en Vallcarca sin saber si sería bien recibido
y si ella le recordaría aunque en realidad no había hecho otra cosa
que pensar en él. Podría haberle echado, pero bastó cerrar la
puerta para segundos después estar los dos sobre el parqué.
Tardaron 15 escasos minutos en quedar tendidos boca arriba, ella
sintiendo que le había pasado por encima un obús, y él respirando
sonoramente hasta que dijo incorporándose: ¿Tienes una cerveza?
La niña seguía
tocando la trompeta y ella seguía apretando las piernas y sin darse
cuenta de que otra mujer entre el público la observaba.
Ni una cerveza en
la nevera, solo una botella de sidra que abrió, añadió un par de
hielos, y tras brindar volvieron a enzarzarse en el viaje a una
fluida eternidad. ¿Sabes de algo que te de mayor sensación de
eternidad que hacer el amor, algún placer tan rápido de
obtener y tan imposible de olvidar? Eso era para ella el
sexo, inmediatez, recuerdo y un poco de mucho amor, añadía,
quizás para justificar la herencia de la tradición judeocristiana.
Hicieron el amor
toda la noche, con intervalos para unos pocos minutos de sueño,
aunque incluso dormida él la atraía y de nuevo bailaban. Me
encanta que de pronto alguien invada mi sueño y se
meta entre entre mis piernas, decía
Victoria.
A las 7 de la
mañana le invitó a marcharse porque tenía que recoger a sus hijos
en casa de su hermana y prepararles para el festival. No le preguntó
si volvería, ni le pidió el número de teléfono. Ya en la ducha,
mientras dejaba de caer el agua hirviendo sobre la nuca, se dio
cuenta de que no le había dado el tanga con su inicial, la forma de
marcar sus encuentros sexuales.
Al terminar el
Festival, la mujer que la observaba le dijo: Creo que esto es
tuyo. Era un tanga con la V, su inicial. Y en ese preciso
momento, Victoria recordó un nombre: Pedro.
Labels: Collserola, Festival de música, Otra mujer, Tanga fucsia, Victoria
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