Friday, July 01, 2016

Otra mujer y un nombre




Sentada entre padres, madres y abuelas que habían acudido al festival de Música de fin de curso de sus hijos en el teatro de Gràcia, Victoria no podía dejar de apretar las piernas porque las palpitaciones y el escozor no se detenían. Sabía que estaba mojando la falda, que el exiguo tanga no era la mejor compuerta para detener el torrente de memoria del que disfrutaba mientras escuchaba la interpretación de su hija mayor. La niña le daba a la trompeta y ella solo pensaba en que la noche anterior había sonado el timbre y allí estaba él, en la entrada de su loft en Vallcarca sin saber si sería bien recibido y si ella le recordaría aunque en realidad no había hecho otra cosa que pensar en él. Podría haberle echado, pero bastó cerrar la puerta para segundos después estar los dos sobre el parqué. Tardaron 15 escasos minutos en quedar tendidos boca arriba, ella sintiendo que le había pasado por encima un obús, y él respirando sonoramente hasta que dijo incorporándose: ¿Tienes una cerveza?
La niña seguía tocando la trompeta y ella seguía apretando las piernas y sin darse cuenta de que otra mujer entre el público la observaba.
Ni una cerveza en la nevera, solo una botella de sidra que abrió, añadió un par de hielos, y tras brindar volvieron a enzarzarse en el viaje a una fluida eternidad. ¿Sabes de algo que te de mayor sensación de eternidad que hacer el amor, algún placer tan rápido de obtener y tan imposible de olvidar? Eso era para ella el sexo, inmediatez, recuerdo y un poco de mucho amor, añadía, quizás para justificar la herencia de la tradición judeocristiana.
Hicieron el amor toda la noche, con intervalos para unos pocos minutos de sueño, aunque incluso dormida él la atraía y de nuevo bailaban. Me encanta que de pronto alguien invada mi sueño y se meta entre entre mis piernas, decía Victoria.
A las 7 de la mañana le invitó a marcharse porque tenía que recoger a sus hijos en casa de su hermana y prepararles para el festival. No le preguntó si volvería, ni le pidió el número de teléfono. Ya en la ducha, mientras dejaba de caer el agua hirviendo sobre la nuca, se dio cuenta de que no le había dado el tanga con su inicial, la forma de marcar sus encuentros sexuales.

Al terminar el Festival, la mujer que la observaba le dijo: Creo que esto es tuyo. Era un tanga con la V, su inicial. Y en ese preciso momento, Victoria recordó un nombre: Pedro.

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