Wednesday, April 02, 2014

Canta Soraya, canta



Barcelona, abril 2014. Ahi está, detrás de una palmera del jardín del Palau Robert. Me mira disimulando mientras los hombres de seguridad de Soraya Sáez de Santamaría me empujan sin piedad lanzándome en brazos de una escritora que, por fortuna, me conoce, Ángela Becerra.

Vamos a dos días antes, cuando por segunda vez en un mes me engancho el dedo meñique del pie con la esquina de algún mueble que el dolor no me deja recordar. Así, con el dedo imbricado a su vecino y un dolor que ni para la vecina de los tacones deseo, me convocan a una fiesta. En medio de la conversación me dicen:

-Vendrá Soraya.

Yo a mi bola y sigo preguntando detalles.

-¿Dónde? ¿A qué hora empieza? ¿Va mucha gente? ¿Quién sirve el catering?...

Escucho las respuestas y oigo de nuevo:

-Vendrá Soraya.

Pregunto con escaso interés:

-¿Qué cantará?

Se hace un silencio... Se escucha un suspiro y una frase:

-Me refiero a la vicepresidenta del gobierno.

Fatal.

Llega, dos días después, el momento fiesta con Soraya. Me visto por los pies (necesito un zapato que me sujete el pobre dedo) y me voy al Palau Robert. Me cruzo con Francesc Homs (consejero de presidencia) y me lanzo a él pensando que es otra persona, Me doy cuenta antes de colgarme de su cuello y doy media vuelta. El hombre se queda a cuadros. Su ejército de seguridad también.
Ya que menciono el ejército... ¡Estaba la fiesta llena de galones! De pronto me estremecí: ¡Un Guardia Civil con tricornio! Cuando una ha crecido pensando que los de los 3 cuernos son los malos, de gallina se le pone la piel al verlos.
Entre una multitud emocionada por ver a Soraya, veo a los fotógrafos en lo alto de una escalera disparando al centro del patio. Hay una catenaria y un segurata. Me acerco y saco el carné de prensa. ¡OH! El hombre mira el billete de 5 euros que he depositado en su mano, me mira, momento de extraña tensión y un estallido de risas difícil de detener.
-Oiga, espero, le digo. No le estoy sobornando para que me deje usted pasar...
Meto la mano en el bolsillo y le doy lo adecuado, el pase de prensa. Aparta la catenaria, paso y me giro:
-Mis 5 euros, digo.
Me los da, subo a la zona de fotos y la veo allá, bajita ella desenvolviéndose entre altos hombres. Lleva un vestido... ¡ay! Pero si es una túnica de vestal con inmensos pliegues que se repiten... ¡Pero si no hay recorrido para tanto pliegue!
Y el pie me sigue doliendo. Soraya se va y el séquito que entre todos costeamos la sigue. Me quedo en pie (mi dedo diciendo flop-flop), charlando con la diseñadora Purificación García y la escritora Ángela Becerra. Se oye un rumor... De pronto me empujan, dejo de oir el flop-flop de mi pie y en su lugar pienso ¡SOCORRO, VOY A MORIR! Los hombres de Seguridad de la vicemandona de España me asaltan. Ni siquiera me ven. Becerra me tiende sus brazos y me mantengo en pie con mi maltrecho dedo. Veo a Alicia Sánchez-Camacho, le cuento lo del asalto y dice: "No Anna, no es cierto, seguro que no es cierto". Pues nada, oigan, son ppmentiras.
Fin de fiesta con una duda: ¿le dio el conseller Homs algún consejo a Soraya? A mi nunca me habían dado semejante viaje en una fiesta. Y he ido a muchas. ¿Cómo a muchas? A más, muchas más.
Se me olvidaba el del árbol. Si, un ex de un ex año, de aquellos con los que te queda siempre una conversación pendiente. Pero no será hoy, no es mi día.

¿Sabrá cantar la vicepresidenta del gobierno? Mejor nos iría si cantara...

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