Canta Soraya, canta
Barcelona, abril 2014. Ahi
está, detrás de una palmera del jardín del Palau Robert. Me mira
disimulando mientras los hombres de seguridad de Soraya Sáez de
Santamaría me empujan sin piedad lanzándome en brazos de una
escritora que, por fortuna, me conoce, Ángela Becerra.
Vamos
a dos días antes, cuando por segunda vez en un mes me engancho el
dedo meñique del pie con la esquina de algún mueble que el dolor no
me deja recordar. Así, con el dedo imbricado a su vecino y un dolor
que ni para la vecina de los tacones deseo, me convocan a una fiesta.
En medio de la conversación me dicen:
-Vendrá
Soraya.
Yo
a mi bola y sigo preguntando detalles.
-¿Dónde?
¿A qué hora empieza? ¿Va mucha gente? ¿Quién sirve el
catering?...
Escucho
las respuestas y oigo de nuevo:
-Vendrá
Soraya.
Pregunto con escaso
interés:
-¿Qué
cantará?
Se
hace un silencio... Se escucha un suspiro y una frase:
-Me
refiero a la vicepresidenta del gobierno.
Fatal.
Llega,
dos días después, el momento fiesta con Soraya. Me visto por los
pies (necesito un zapato que me sujete el pobre dedo) y me voy al
Palau Robert. Me cruzo con Francesc Homs (consejero de presidencia)
y me lanzo a él pensando que es otra persona, Me doy cuenta antes de
colgarme de su cuello y doy media vuelta. El hombre se queda a
cuadros. Su ejército de seguridad también.
Ya
que menciono el ejército... ¡Estaba la fiesta llena de galones! De
pronto me estremecí: ¡Un Guardia Civil con tricornio! Cuando una ha
crecido pensando que los de los 3 cuernos son los malos, de gallina
se le pone la piel al verlos.
Entre
una multitud emocionada por ver a Soraya, veo a los fotógrafos en lo
alto de una escalera disparando al centro del patio. Hay una
catenaria y un segurata. Me acerco y saco el carné de prensa. ¡OH!
El hombre mira el billete de 5 euros que he depositado en su mano, me
mira, momento de extraña tensión y un estallido de risas difícil
de detener.
-Oiga,
espero, le digo. No le estoy sobornando para que me deje usted
pasar...
Meto
la mano en el bolsillo y le doy lo adecuado, el pase de prensa.
Aparta la catenaria, paso y me giro:
-Mis
5 euros, digo.
Me
los da, subo a la zona de fotos y la veo allá, bajita ella
desenvolviéndose entre altos hombres. Lleva un vestido... ¡ay! Pero
si es una túnica de vestal con inmensos pliegues que se repiten...
¡Pero si no hay recorrido para tanto pliegue!
Y
el pie me sigue doliendo. Soraya se va y el séquito que entre todos
costeamos la sigue. Me quedo en pie (mi dedo diciendo flop-flop),
charlando con la diseñadora Purificación García y la escritora
Ángela Becerra. Se oye un rumor... De pronto me empujan, dejo de oir
el flop-flop de mi pie y en su lugar pienso ¡SOCORRO, VOY A MORIR! Los hombres de Seguridad de la vicemandona de España me asaltan. Ni siquiera me ven. Becerra me tiende sus brazos y me mantengo en pie con mi maltrecho
dedo. Veo a Alicia Sánchez-Camacho, le cuento lo del asalto y dice: "No Anna, no es cierto, seguro que no es cierto". Pues nada, oigan, son ppmentiras.
Fin
de fiesta con una duda: ¿le dio el conseller Homs algún consejo a
Soraya? A mi nunca me habían dado semejante viaje en una fiesta. Y
he ido a muchas. ¿Cómo a muchas? A más, muchas más.
Se
me olvidaba el del árbol. Si, un ex de un ex año, de aquellos con
los que te queda siempre una conversación pendiente. Pero no será
hoy, no es mi día.
¿Sabrá
cantar la vicepresidenta del gobierno? Mejor nos iría si cantara...
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