Saturday, October 27, 2012

El cap i pota es independentista

Meterse entre pecho y espalda un cap i pota y sentirse independentista es casi inevitable. No es rojo ni amarillo a barras, ni hay más sangre que la del cordero degollado y poco catalán es lo de la casquería, pero una la siente suya cuando se planta en la barcelonesa Rambla del Raval, se sienta en la terraza del Suculent, pide su plato de vísceras y disfruta al verlos pasar. A los caminantes, quiero decir. Y ahí, a la sombra de una higuera (no lo es, pero la historia es mía y al árbol lo bautizo yo), le echo un pulso a mi ciudad y contabilizo nacionalidades. Y pienso: es mi ciudad, una ciudad sin banderas, aunque algunos se empeñen en plantarlas en el duro cemento. En una mesa cercana un asiático toma té. Parece indio de La India. ¡Que tipo más guapo! Me saluda con un sinuoso movimiento de cabeza y cuello y se levanta de pronto para saludar a una pubertosa de insultante cuerpo, con las tetas de hombrera, nalgas en alza y una minifalda que grita ”pasi, pasi que veurá el piset”. El indio de La India procede automáticamente a olvidarme y a mí me queda el único consuelo del cap y de la pota. Que se quede con su té, que yo me llevo el cordero puesto. Subo por la Rambla agarrando con fuerza este otoño de privilegio y todos los que me acosan con la oferta de paella+pan+vino a 10 euros parecen primos del indio de La India. Si fueran mediterráneos sabrían que la propuesta gastronómica puede ser letal. ¡Un respeto por la huerta de Valencia! Como quien no quiere la cosa llego hasta el Indochina de la calle Aribau, y mientras espero a que Ly Leap, mi chef camboyano del alma, prepare los tomates que me trae de la payesa, leo lo que cuentan del mozo de Mataró, Nacho Vidal: que se ha dedicado a blanquear dinero con un sinvergüenza chino de esos de portada de revista de emprendedores. Aún me acuerdo de la cara del portador del macropene cuando un día le pregunté: ¿Realmente crees que el tamaño importa? Me miró como si fuera una especie de zombie y dijo: “¿Qué si no? Ellas, vosotras, decís que sí”. Por una vez que intenta que le pese más la cabeza de los hombros que la de la polla, la lía. ¿Y si pensó que lo de blanquear era correrse sin parar y manchar de blanco los billetes, a modo de aspersor? “Tengo un curro en el que me mato a pajas”… ¿Lo pensaría Nacho? De momento el chico es, como Iñaki Urdangarín y la Pantoja, presunto. No adelantemos acontecimientos.

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