El elefante y la borrasca
Tiempo de borrascas. A los pocos días de la muerte del padre de Dumbo, la naturaleza nos aplica la ley del Talión por ser la cuna del gran cazador blanco y nos manda a Petra, un huracán express que habrá dejado sin cuernos a una buena parte de los rebecos de los Picos de Europa. A Barcelona llega la ventolera y me temo que arrastrando buena parte de esas cornamentas, que ya sabemos que en primavera las cabezas se preparan para la coronación del verano. ¿Que soy una exagerada? La historia es anual, repetitiva y uniforme: comienza en primavera, se vive plenamente en verano y se decide en otoño. El invierno queda para la reflexión en el sofá, con la mantita y el mando. Hasta el tercer o cuarto invierno apenas alguien se da cuenta de que la Historia sólo tiene un calificativo inamovible: es repetitiva. ¡Menuda horterada sería que la felicidad durara siempre! La ventolera del Petra empezó en Barcelona hace tres días, por Sant Jordi, y en mi parada para comprar “El mapa y el territorio” en la librería Bernat, alguien me dijo: -Te gustará, en la novela se quejan de todo, como tú. ¿Qué yo me quejo de todo? Quien me hablaba era Nuria, que apenas se relacionaba con el mundo desde que tras siete años en dique seco había conocido a un hombre que podía interesarle, algo que ella estaba segura que ya no sucedería jamás. Se lo presentó Marta, lesbiana que estuvo un tiempo largo tirándole los tejos. Ya en la adolescencia Marta siempre que podía, tocaba. Un día en el colegio, me acarició y la insulté de tal forma que me arrepentí durante años. Entre esta, la de la última fila que se balanceaba en el pupitre apoyada a horcajadas sobre una de sus cuatro esquinas, la monja que decía que fornicar antes del matrimonio era pecado, y las madres dando la vara, llegar al sexo con naturalidad y en un estado mental saludable era heroico. Y que no se me olvide el cura, el Padre Cortés, que metía mano a quien se dejaba por temor a una condena eterna, y al que un día Marta le dio una patada en los huevos no por ser un cura sobón, sino porque le dio mucho asco. Tuvo que salir del colegio para reconocer que aquello que le ocurría se llamaba ser homosexual. Pues sí, era heroico “sexualizar” con una mente sana. Marta se casó con Eugenia, que es la ex mujer de aquel con el que Nuria ya no contaba y al que conoció en el primer aniversario de boda de sus amigas. Si Petra no lo estropea, me parece que a Nuria le irá bien con el ex de la esposa de la amiga lesbiana que un día le tiró los tejos. Del cura nunca más supimos nada.
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