Por qué la ex es ex
Nos empeñamos es saber quién es la ex, cuando lo que importa en realidad son las razones por la que terminó su historia. Entre otras cuestiones porque hay patrones de convivencia que se repiten y vale la pena estar advertidas. Pepa tiene archivados dos divorcios y a la tercera le asaltó el sentido común y pasó de firmar documento alguno. Ni siquiera firmó en la cartulina del banco para compartir gastos, con lo que separarse fue fácil.
-Yo mi cuenta y él la suya, decía. El primero era inteligente y no tuve problemas con él, pero el segundo… ¡Dios, qué peñazo! Reclamaba con obsesión la cubertería de su madre. Y el tercero… buf. Aunque fue fácil, adiós y hasta la vista.
Al siguiente al tercero se lo presenté yo en una fiesta en Cadaqués y se lo advertí:
-Pepa, Juan Carlos… Juan Carlos, Pepa.
A la primera mirada supe que mi amiga se tiraba en plancha al tema, así es que le susurré al oído: es guapo, encantador, bobo y vago. Para que estés informada. Como es lógico, no tuvo en cuenta la tercera y cuarta condición del chico y actuó según lo previsto. No se separaron en toda la noche y remataron en casa de ella. Me llamó:
-Es guapo y encantador, como dijiste. Lo de vago no sé, y lo de bobo, es tan guapo que da igual. Creo que confirmo tu teoría de que los más bobos son los que mejor follan por aquello de que en alguna posición el macho ha de demostrar supremacía.
Mientras asentaba mi teoría en un tiempo en que el macho ya no caza para dar de comer, y corroboraba que sí, que los mejores amantes son los menos intelectualizados (de cultura al uso), a Pepa apenas la veía. Diez días después de conocer a Richie, había adelgazado tres kilos y lucía unas espléndidas ojeras, señales inequívocas de una vida sexual intensa, intensísima. Me acerqué a ella en un concierto en Luz de Gas, y cuando le comenté su aspecto, respondió:
-Lo mejor de esta historia, que ya ha acabado, habrán sido estos tres kilos que no había forma de perder. Después de una semana durmiendo en mi casa quise ir a la suya para saber algo más de él. ¡Cómo vive! El ático es espectacular, pero en la cocina no hay espacio para dejar un vaso, la ducha está llena de pelos, las sábanas huelen a persona humana y en el cubo de la ropa sucia no cabe un alfiler. No puedo estar con un tipo así y que, además, huele a sexo todo el día.
Entonces recordé las palabras de su ex al terminar: es de narices en la cama, pero es un guarro. Se ducha y va limpio, pero toda su ropa está impregnada del olor de su apartamento: a polvo acumulado y a festival de ácaros. Es como si necesitara ventilar mi cerebro del olor a persona humana.
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