El pavo que perdió las plumas
A dos zancadas está el último día del calendario, y dadas las circunstancias reales del año que se acaba es mejor citar el calendario jacobino, que lo inventaron los republicanos antes del cambio climático, con lo que ha perdido algo de su sentido referido a las cosechas pero hoy por hoy gana terreno. Y todo por un polvo, porque la cosa va de picores uterinos que reponen en la memoria el espíritu de la República. El cuento comienza con un clásico: érase una vez un chico alto, rubio, de azul mirada que amaba a una bellísima mujer de una ciudad fría de comarca pirenaica. Ella también le amaba y juntos planeaban un futuro común. Una tarde cualquiera surgió una crisis y él fue sometido, dicen, al acoso y derribo de otra mujer, una de cabeza coronada por genética y que definitivamente venció a la chica guapa a golpes de corona. Con tiempo y lágrimas la chica del Pirineo logró ser feliz y él se convirtió en hemorroide institucional. Lo que la coronada no tuvo en cuenta, quizás por culpa de aquellos picores que quien más quien menos rasca, que si un hombre es capaz de traicionar a una mujer, lo es de traicionar a mil mujeres y a un país. En fin, que por un polvo real dejó el plebeyo a la plebeya y acabó como un pavo flaco y sin plumas, con el pecho desinflado, esquivando las manos que querían a toda costa meterlo en la cazuela.
Análisis monárquico-sexual aparte, en la última columna del año me permito la licencia de suspender a Feliciano López, que por ser tan bobo no me parece tan guapo, al Tribunal que juzga a Camps por gastar la pasta en averiguar a qué lado carga el hombre del PP, a mí misma por perder el móvil todo un día (estaba en el microondas), y al destino por llevarse a quien un día me hizo pensar que otra vida era posible, aunque no haya accedido a ella por la soberbia de pensar “tengo tiempo, ya lo haré”. Un día, maldita sea, te levantas y te das cuenta que sin escalera a un árbol ya no te subes, que ya no necesitas anticonceptivas y que la mayoría de hombres de tu vida ven todo en tono azul por obra y gracia de la píldora de la trempera. A quien el destino se llevó el día de los Santos Inocentes fue a la mona Chita, y por si quiere ser mi ángel guardián le pido cuatro deseos para comenzar el año: llevar a Juan Echanove a merendar chocolate con melindros al Velódromo, que Pablo Alborán me cante aunque sea por teléfono y que algún fiscal encuentre motivos para imputar a La Caixa por fomentar el sadomasoquismo. El cuarto me lo reservo entre las piernas, que por algo esta columna se llama como se llama.
1 Comments:
Muy acertada la foto del pavo venido a menos!! A ver si para el próximo artículo cuelgas las fotos de los otros pavos a los que esquilmó el pavo real...fijo que tienen aun peor pinta!:)
3:47 PM
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