La erección de la tiroides
Que la Viagra ha recolocado a muchos, y por efectos colaterales a muchas, está más que constatado. A Esteban nunca le había hecho falta la píldora azul porque las erecciones fueron de lo más razonables durante los 26 años de matrimonio. Ya fuera por la confianza al tener a la misma mujer siempre o porque cuando ponía los cuernos sus eyaculaciones eran heroicas- eso decían ellas -, el caso es que lo de la disfunción eréctil no iba con él. En una de esos viajes “intercornamentales” ocurrió lo previsible a corto, medio o largo plazo, se enamoró. Su amante, Mercedes, también. Comenzaron juntos un nuevo camino, incluidas las mochilas de los vicios adquiridos, esos que se ocultan y con espontaneidad un día resurgen. Pasado el primer año de desenfreno, el segundo de alegrías y el tercero de porqués – por qué no me quedaría yo donde estaba-, él volvió a los poblados paisajes de hembras con cornamenta y ella a añadir un insigne alce a las reservas de machos en la inopia. Finalmente rompieron, y tras un penoso periplo de disculpas, actos de contrición, golpes en el pecho y dudosas promesas de futuro, Esteban volvió al hogar de la confianza eréctil. Su brillante ex y nueva esposa simuló creerle, y mientras esperaba los resultados de las promesas siguió con su “pasapalabra” de los últimos 3 años, un guapísimo y pobre músico de jazz con el que cada vez que follaba – unas 3 veces por semana - se ponía mirando a Sebastopol. Mientras se esforzaba en cumplir promesas, una tarde de sábado me topé con Esteban en La Bodeguita de Alp. Me invitó a un vermut casero- es de nota- y unos boquerones en vinagre y me contó---“Nunca hubiera imaginado que tendría Viagra en la mesita de noche”. Recordé aquel polvo de COU robado al deseo puntual, único y solitario, que nos convirtió en amigos eternos en unos días en que la erección se daba por hecha. Siguió, “Después de romper quedé con Mercedes, nos acostamos y no se me levantó. Hace dos semanas nos citamos nuevamente y esta vez me tomé la pastillita azul. Tampoco. En casa se me levanta, pero he pedido hora al internista porque esto me pasa con una desconocida y menudo ridículo”. Ya de noche y pensando que el auténtico ridículo era que se comportara como un depredador desubicado, recibí la llamada de una conocida, militante del Opus Dei ceretano: “Te he visto charlando con el marido de mi prima, jajajajaa, que se olvidó el pastillero en casa y mi prima, al ver que llevaba Viagra se la cambió por Eutirox de125 mg, lo que usa ella para su hipotiroidismo, ¿no te parece genial?” No me atreví a llamar a Esteban. ¡Pobre hombre! Si veo que adelgaza (por el Eutirox), se lo contaré, que esto no es broma.
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