Polvos con sabor a queso
Era urgente llamar a
Miriam para saber. Desde su última conversación en la terraza del
bar Calders de la calle Parlament y a tenor de lo sucedido, a Carlota
le dio un pronto de inquietud por su amiga. El chico con el que se
fue parecía... En realidad no parecía nada pero estaba como un
almacén de quesos, la gran frase de su amiga, que solía clasificar
a los hombres a lo charcutero: quesito, queso tierno, queso semi
curado, queso para rallar, queso curado... La clasificación
intelectual le importaba menos que nada, lo cual le facilitaba la
vida.
Al holandés que tres
tardes antes se había ligado en la terraza del Calders le dio la
nota más alta, Es como un Almacén de Quesos, este no
tiene un polvo, tiene 10 en una noche. Carlota
sabía que el quesazo iría del bar a la cama de Miriam.
¿Y si el holandés
había resultado ser un queso psicópata? Esa clasificación era
nueva y en realidad se le ocurrió mientras veía en la tele un
episodio de serie policíaca que iba de eso, de un asesino en serie
difícil de pillar porque entre sus víctimas había una prostituta,
un médico homosexual, una monja, un profesor de Instituto padre de 3
hijos... Dispersión en las víctimas y en su condición sexual, lo
cual le convertía en un pansexual. Intentó localizar a Miriam y la
llamada se cortó por la espera. Nada, o llamaba a los Mossos o
pasaba por su casa.
Se acercó a la Plaça
Sant Vicenç de Sarrià, el barrio de los señores con tortell del
Foix cada domingo. La moto estaba en la esquina, lo que significaba
que Miriam estaba en casa porque no iba a pie ni a la esquina. Llamó
y al escuchar su voz respiró tranquila.
-El holandés errante
se acaba de ir, estaba apunto de llamarte.
-Y yo a punto de llamar
a la poli, dijo Carlota.
-Tenía 10 polvos pero
no en una noche porque tras el primero, semejante a un bocado de queso de leche fresca, suave pero contundente, tuve claro que a semejante
regalo de la naturaleza había que disfrutarlo despacito. Han sido 12
polvos en 3 días, a 4 diarios: uno por la mañana, uno a media tarde
y dos por la noche. Más o menos, y lo más apasionante de todo es
que ha perdido el billete de vuelta a Amsterdam. Ni siquiera ha
intentado cambiarlo, y cuando le pregunté cuándo se iba me
respondió con un as you like sobre la mesa de la cocina
mientras follábamos como posesos. Si por mi fuera todavía le
estaría dando al like.
Miriam le había ganado
el pulso a un billete de avión, perfecta definición de lo que se
pretende de un hombre. Para completar los tres días de sexo, ya solo
necesitaba hidratos de carbono. Un buen plato de pasta con parmesano,
si, eso era la felicidad.
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