Tuesday, July 12, 2016

Gusta mucho mi...





Al principio le pareció que la mujer que se le había acercado con un tanga en la mano al terminar el Festival en el colegio de los niños estaba confundida, pero supo que no era un error al ver su sello, la V, en el tanga rosa chicle, de los chinos. Este gusta mucho mi, le había dicho con risita la cajera china. Victoria solo los había comprado de ese color en dos ocasiones. Uno estaba aún en el cajón de los polvos por pegar, y el otro se lo había llevado un desconocido cuyo nombre acababa de recordar: Pedro. El hombre en el que no podía dejar de pensar.
Después de tantos meses pensando en el desconocido, él reaparecía de pronto, hacían el amor toda una noche, y al día siguiente una mujer le devolvía el tanga que le había regalado Victoria a él después de un polvo anterior, hacía meses. Le pareció formar parte de un truculento guión.
Sabía de él que vivía entre Londres y Barcelona, y ya en su cama a ella le quedó claro que él sabía exactamente dónde y en qué momento usar los dedos en cada parte de su cuerpo. ¿Sería cirujano? O quizás carnicero. Quería, necesitaba más. Mientras se concentraba en recordar detalles que no la afectaran entre las piernas en aquel mismo instante, una desconocida le tendía el tanga rosa fucsia.
Victoria alargó la mano, dio las gracias y apretó la mandíbula mientras guardaba la braguita en el bolso, sin estar muy segura de si a continuación le caería una bofetada o la ya no tan desconocida le escupiría en toda la cara. Qué asco, prefería la bofetada. En vez de eso, escuchó:
-Una mañana encontré una cagada de pájaro en el cristal del coche de mi marido y agarré el primer trapo que encontré en el maletero, pero era tan pequeño y resbaladizo que acabé con las manos llenas de guano. Al ir a tirarlo me di cuenta de que era un tanga marcado, explicó la cada vez menos desconocida.
A Victoria solo se le ocurrió decir:
-Si es mío, si.
-¿Te interesa saber cómo lo sé?, preguntó la mujer.
No estaba muy segura de querer saberlo, pero Victoria asintió y ella se lo explicó con todo detalle.
Por la tarde, mientras dejaba que los perros corrieran por Collsserola, no tuvo más que recordar la conversación para estar segura de que Pedro volvería. Lo tenía tan claro, que poco después estaba en Luxury Love, en el Born, comprando 6 tangas de verdad, de los que no pican.

Los guardó minuciosamente. Solo le quedaba esperar, y esperó poco.

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