Impuestos a la felicidad
Solamente hay un impuesto que, de
existir, a nadie fastidiaría: el sexual. Las tasas variarían en
función del ítem: lugar, intención, sentimiento… Considerando
que la testoferomona es una hormona independentista, que va por libre
y no atiende a más razones que las de los furores uterinos y
andrológicos, el impositivo sería:
-Un polvo en un coche nacional: 0,50
euros. Para apoyar al sector del automóvil doméstico
-Un polvo en el Hotel Arts: 0,20 euros,
habitación a parte. Para apoyar el sector turístico.
-Un polvo en la cama oficial: 0,60
euros. Para amortizar hipoteca o alquiler
-Un polvo
desgarrador: 1 euro. La pasión premia o castiga, depende. Lo dejamos
en valor unitario simbólico
-Un polvo “hoy toca, qué rollo”: 2
euros. Como un billete de autobús de ruta marcada
-Un polvo infiel: 150 euros más un 22%
de intereses. Es justo que los que viven en la inopia tengan su
compensación silenciosa
-Un 69: sin cargo
-Un 6 y un 9: 1000 euros, por exceso de
placer
Interminable. Además de reponer el
fondo de armario en las arcas de los que nos sodomizan cada día
desde sus escaños, seríamos muchíiiiiisimo más felices. Porque
se trata de eso, de ser felices y libres como los cerdos de la dehesa
que llenan las mesas de los que todavía pueden pagarlo.
El que a mí me pone es el economista
de las chaquetas de colores, Xavier Sala i Martín, por eso le
dedico humildemente esta columna para que incluya la idea en sus
propuestas de recuperación del sistema capitalista que, como dice,
ha salvado a más gente de la pobreza que cualquier ONG. Pues no
estaría tampoco mal una ONG para la práctica segura del sexo de los
solitarios sin coste de pareja estable (altísimo coste según y como
se mire). El nombre es lo que tengo más claro: SEXO CON BARRERAS.
Barreras de seguridad para no enamorarse, para no depender, para no
odiarse, para y por mil razones. Si dejáramos de mentir por unos
minutos y nos tiráramos en plancha al universo de la sinceridad,
descubriríamos tanta ausencia de sexo como de palabras de amor
adultas. Ya no digamos de buen sexo. Unos porque se les acabó el
momento, otros porque nunca han reencontrado alas para volar en
pareja, otras porque no envidian la pareja de nadie… Sutilezas a
parte, la soledad vence, el sexo es patrimonio de los ángeles y
decir “te quiero” es tan difícil como escucharlo. ¡Hoy me
siento sincera! Con ganas de embarcar al amparo de una vela y del viento, sin destino ni parada.