Tuesday, June 28, 2016

Tangas con marca




Tangas con marca

Me pide Álex Salmon, el director de El Mundo de Catalunya que es donde se publica mi columna SEXO EN BCN, que escriba en 4 capítulos una de las historias de sexo propias y ajenas que cuento cada jueves. ¡Quiere acabar conmigo! Porque puesta a escribir 4 artículos, amplío y voy a por 40 y a por novela. Quien manda, manda, así es que me estructuré antes de acabar de reaccionar. De entrada necesitaba una cuentahistorias, una mujer, porque arrancarle a un hombre un relato sexual que no fuera solamente la exaltación del macho alfa sería complicado.
Visualicé rápido a la única mujer que conozco capaz de enamorarse en cada polvo, vuelta y vuelta, enamorarse al día siguiente de otro, conocido o por estrenar, y de nuevo volver con el anterior. Así a diario, a lo sumo a días alternos, y el fin de semana descansa como licenciada en buenas costumbres. La llamaré Victoria por no llamarla Belle de jour.

Victoria vive en Collserola, tiene tres hijos y tres perros, todos adoptados, va a las reuniones de padres, es vegana, tiene excedencia de funcionaria y se dedica a componer en su casa con vistas al mar y a cantar en jamm sessions. Es famoso entre sus amigas el cajón de sus bragas, todas tangas compradas en el chino y a las que estampa una V adhesiva porque cada uno de los hombres que pasea por su piel se lleva de premio un tanga con la V de Victoria, Vencedor o Vencido, porque aunque haya sido un mal polvo, cada uno aporta algo, dice. Lo suyo es fetichismo exógeno, un recuerdo que se llevan y que siempre les hace volver, porque a mí repetir me gusta, me siento más tradicional si vuelven, más como en casa.
Un tanga marcado, un recordatorio de los momentos sexuales, de los juegos eróticos y de los orgasmos, rápidos, lentos, buenos o mediocres pero nunca malos, consideraba Victoria que era el mejor regalo que se le podía hacer a un hombre. Un pedacito de tela con aroma de provocación, de lujuria, un recuerdo de cuerpos desnudos, de un rato de amor líquido, del recorrido de una lengua, del tacto de unas manos, incluso de unas palabras a veces oportunas como el tópico dónde estuviste hasta hoy o eres lo mejor que me ha pasado. ¿No íban a volver?

Solo uno no volvió y era el que Victoria más deseaba que volviera. Hasta que llamó a su puerta el primer día del verano.

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