Monday, May 23, 2016

Polvos con sabor a queso




Era urgente llamar a Miriam para saber. Desde su última conversación en la terraza del bar Calders de la calle Parlament y a tenor de lo sucedido, a Carlota le dio un pronto de inquietud por su amiga. El chico con el que se fue parecía... En realidad no parecía nada pero estaba como un almacén de quesos, la gran frase de su amiga, que solía clasificar a los hombres a lo charcutero: quesito, queso tierno, queso semi curado, queso para rallar, queso curado... La clasificación intelectual le importaba menos que nada, lo cual le facilitaba la vida.
Al holandés que tres tardes antes se había ligado en la terraza del Calders le dio la nota más alta, Es como un Almacén de Quesos, este no tiene un polvo, tiene 10 en una noche. Carlota sabía que el quesazo iría del bar a la cama de Miriam.

¿Y si el holandés había resultado ser un queso psicópata? Esa clasificación era nueva y en realidad se le ocurrió mientras veía en la tele un episodio de serie policíaca que iba de eso, de un asesino en serie difícil de pillar porque entre sus víctimas había una prostituta, un médico homosexual, una monja, un profesor de Instituto padre de 3 hijos... Dispersión en las víctimas y en su condición sexual, lo cual le convertía en un pansexual. Intentó localizar a Miriam y la llamada se cortó por la espera. Nada, o llamaba a los Mossos o pasaba por su casa.
Se acercó a la Plaça Sant Vicenç de Sarrià, el barrio de los señores con tortell del Foix cada domingo. La moto estaba en la esquina, lo que significaba que Miriam estaba en casa porque no iba a pie ni a la esquina. Llamó y al escuchar su voz respiró tranquila.

-El holandés errante se acaba de ir, estaba apunto de llamarte.
-Y yo a punto de llamar a la poli, dijo Carlota.
-Tenía 10 polvos pero no en una noche porque tras el primero, semejante a un bocado de queso de leche fresca, suave pero contundente, tuve claro que a semejante regalo de la naturaleza había que disfrutarlo despacito. Han sido 12 polvos en 3 días, a 4 diarios: uno por la mañana, uno a media tarde y dos por la noche. Más o menos, y lo más apasionante de todo es que ha perdido el billete de vuelta a Amsterdam. Ni siquiera ha intentado cambiarlo, y cuando le pregunté cuándo se iba me respondió con un as you like sobre la mesa de la cocina mientras follábamos como posesos. Si por mi fuera todavía le estaría dando al like.

Miriam le había ganado el pulso a un billete de avión, perfecta definición de lo que se pretende de un hombre. Para completar los tres días de sexo, ya solo necesitaba hidratos de carbono. Un buen plato de pasta con parmesano, si, eso era la felicidad.