Estaba sentado tras la cristalera del bar San
Telmo, en Casanova-Diagonal, mucho antes de la reforma a que fue sometido el
lugar. Desde el semáforo vi como escribía. Sonó mi móvil,
era su mensaje: ya stoi, leí. Entré, y al verme le cambió la cara. ¿Por qué me
envías un mensaje si sabes que soy compulsivamente puntual?, le dije. Lucas estaba
muy nervioso.
-Es que no hay nada más importante hoy que
hablar contigo, dijo. Volví anoche de Milán y llegué a casa de madrugada. Le
había dicho a Nani que llegaría esta noche, pero resolví mis cosas rápido,
alquilé un coche y adelanté la vuelta un día. Ella no estaba en casa. Mi
primera intención fue llamarla al móvil, pensé que habría salido a cenar con
alguna amiga, pero me pegué una ducha y estaba tan cansado que me quedé
dormido. El caso es que esta mañana tampoco estaba.
-¿Y no se te ocurre que le puede haber pasado
algo?, pregunté
-Pues sí, es lo primero que he pensado. Tiene
el teléfono fuera de cobertura y enseguida me he dado cuenta de todo. He
conectado el ordenador y he visto que había comprado un billete para Londres
con vuelta esta noche. Lleva allí tres días, y comprenderás que si ha hecho
algo así es porque no está sola.
-No saques conclusiones precipitadas… No me
dejó terminar.
- No argumentes por favor. Quería pedirte un
favor, que me acompañes al aeropuerto. Llega en hora y media y quiero saber con
quién.
Muy a mi pesar le acompañé. A Lucas le conocía
desde siempre y toda mi vida, excepto en los aspectos sexuales estaba vinculada
a él. Pidió el coche prestado a un amigo
para que no nos reconocieran, y de camino a la terminal le pregunté: ¿Qué
piensas hacer si la ves aparecer con alguien? No hubo respuesta.
Detuvo el coche a la puerta de llegadas
internacionales. Veinte minutos más tarde Nani salía arrastrando una maleta
pequeña con ruedas. Parecía que hablaba con una chica. Sonreían. Había poco
tráfico en el aeropuerto, por lo que no fue difícil observar todo lo que
sucedió. Caminaban de lado. Nani, habitual en ella, exquisitamente vestida. La otra
chica llevaba unos jean´s rasgados, botas cartujanas y un anorak caro. Antes de
llegar a la parada de taxis se acercaron a una columna y se enfrascaron en un
beso interminable acompañado de una caricia prolongada, lenta, recorriendo con
las manos sus espaldas de tal forma que los abrigos parecían no existir.
Visiblemente trastornado, Lucas me llevó a casa y nunca más hablamos del
asunto. Han pasado 8 años y siguen juntos.
A la chica de los jean´s la reencontré hace un
par de años. Está casada con un cretino de ciudad, un alto ejecutivo de esos
que algunos llaman “el prestigioso empresario…” Lo curioso es que “el
prestigioso” está liado con un amigo mío. Difícil pero cierto. Y habitual el
desdoblamiento. Es un tema social sin importancia. ¿O no es el sexo una
excelente fórmula de socialización?
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