El intelecto de la otra (cabeza)
A las 7 de la mañana en mi correo. “Cena, comida, café, copa, lo que quieras, pero pon día y hora, sin prisas pero sin pausas”, beso, Miguel. El mensaje pululaba en mi yahoo entre otros 20 de los insomnes del Facebook, uno de la gestora con la copia de la renta y 3 de los plastas del Gabinete de Comunicación del PSC. No tiene remedio este Miguelito. Guapo, simpático, educado, no llega a los 50, campeón de saltos de hípica, ben guirbat, que diría un pijo independentista (cuesta creerlo pero los hay). Su cociente sexual está por encima de la media. Por encima incluso de la media de los que tienen el intelecto sexual en la cabeza de abajo. No tengo muy claro si hablar de cociente o de coeficiente cuando se trata de Su Señoría. Tratándose de hombres, de la cabeza de arriba tendríamos que hablar de cociente y de la de abajo de coeficiente como factor multiplicativo porque cola de damas es lo que tiene Miguelito para llevarlas de cabeza a la cabeza. Este chico no para de cabecear. Otra cuestión es la calidad, que eso depende de la receptora. En una ocasión me preguntaron por la eficiencia de un ex y puntué con sobresaliente alto. Ella me llamó unos días después y me dijo: “no te diré que es malo, pero tampoco es un fiera”. Yo le recordaba glorioso. O sea, que el punto del cocido va a depender de cada comensal. Quedé con Miguelito en Can Martí, en Collçerola. Marchando una de costillas a la brasa con patatas y un alioli que mata. Directamente mata todas las bacterias porque ninguna sobrevive a semejante mejunje. Aquí la historia de mi amigo, un tanto lloroso al contarla: Entro en idealista.com y localizo un piso que parece bonito. Miro las fotos y sí, me resulta agradable. Lo archivo en favoritos, pero me quedo inquieto y conecto de nuevo. Amplío la foto del salón y allí están, en una estantería, todos y cada uno de mis trofeos de hípica. Es la casa de la que un día me marché con lo puesto. Ella ha vaciado el piso y ¡ha dejado mis trofeos tirados! No se me levantará en meses, a mí esto me afecta. Seguí con mi vida, y al día siguiente me llamó una conocida, Susana. Me dijo: Anoche Miguelito estuvo en casa. ¿Sabes si está bien? Al terminar el polvo, tendido boca arriba y apestando a ajo, soltó: “Hija de puta, quiero mis trofeos”. ¿Te lo ha hecho alguna vez? Pues no, pero este chico, como siga así acabará con el intelecto sexual cocido a tiras.