Friday, February 01, 2008

Derecho a la autodestrucción.

Dijo San Agustín, uno de los ídolos cristianos, que hay 8 tipos de mentiras: las religiosas, las que duelen sin ayudar, las que duelen porque ayudan, las que no duelen y ayudan, las que causan placer por el sólo hecho de usarlas, las que se usan para complacer, las que pueden salvar una vida y las que usamos para proteger a otros. Santo Tomás de Aquino, colega suyo, las resumía en tres: la humorística, la útil y la maliciosa. Otro líder de mentes, Platón, defendía la mentira como arma de protección y placer. Kant, sin embargo, no la consentía. Con tales precedentes ponerse a mentir parece fácil porque siempre hay un hueco para un descosido.
Me apetece compartir el secreto de haber crecido entre mentiras: el Ratoncito Pérez, Santa Claus, los Reyes Magos, el Hombre del Saco, las Calderas del diablo, el único y verdadero Dios. Cuando parece que estamos ya crecidos, las mentiras se transforman en presuntas verdades: “te querré siempre”, “nunca te engañé”, “no es lo que parece”… Políticos que dicen cuidarnos, estamentos que alardean de protegernos, libertad de expresión (siempre que la expresión sea poco expresiva). Con semejante panorama, el que dice “yo nunca miento”, miente. ¿O es que los niños no merecen una verdad como “no te compro la playstation porque Baltasar no tiene un mango y guarda turno en la cola de Inmigración”?
Sólo hay que perder un rato en organizar estrategias de modo que la mentira sea digna y su resultado honroso. Para, sobre todo y si se ama, no causar dolor. La última vez que descubrí (sufrí) una infidelidad tuve claro que las mentiras dicen más de cada uno que las sinceridades, y cuando uno es patoso resbala por lodazales, de la misma forma que si es ágil salva el obstáculo. Reivindico la mentira como sueño y fantasía, como el disfraz de los momentos que no se pueden compartir.
Al Ratoncito Pérez ya no le puedo buscar bajo la almohada, pero pienso seguir cubriéndome la cabeza cada noche de Epifanía, por si las moscas, y por lo que me queda de Peter Pan en la sombra. ¿Para qué vivir realidades pudiendo flotar en fantasías?
A lo que no me adscribo es a la gran mentira política. ¿Cómo voy a creerme al que me ofrece por caridad lo que antes me quitó? Me refiero a los 400 eurillos con que Zapatero y sus huestes me chantajean el voto, a los que Chacón les ofrece a mis hijos para que puedan acceder a una vivienda digna en vez de dignificarles el sueldo, precisamente para que puedan elegir entre vivir debajo de un puente o en un ático en Maniatan. ¿En qué momento del camino se cruzaron los conceptos? Esta gente va falta de nivel. Me refiero a ese conocimiento que da derecho incluso a la autodestrucción. ¿Qué les inducirá a no reflexionar? ¿Será pereza? ¿O será coeficiente mental?

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

¡Bien! Por fin alguien que se deleita paladeando dulces y amargas mentirijillas...
Y que protesta sin embudos por la mentira institucional de nuestra dignísima democracia.

5:28 AM

 

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