Si la oca fuera atún… y la medusa perdida.
Me da el punto de que la mejor despensa para almacenar sensaciones es la memoria. Ni el álbum fotográfico, ni las cartas de tono ya amarillento, ni las joyas que un día importaron y no son más que eso, joyas, ni la humedad entre las piernas de aquel amor descompensado. Sólo la memoria me sirve.
Ando estos días escribiendo – y produciendo saliva al tiempo - sobre gastronomía, y me adentro en uno de esos sabores que almaceno y por el que soy capaz de recorrer pasos a zancadas, el foie. Vuelven las sensaciones: la textura blanda y suave del taco de hígado cocido, el sabor a oca fresca mezclada con la brasa, el de los cristalitos de sal marina bailando su zapateado entre las grietas del micuit. “¿Nos hará mal tanto bien?”, que dice mi amiga Mayte Merino, actriz que lleva casi cuatro años con su “Monólogos con la Vagina”, cada momento que disfrutamos juntas de la vida, que son muchos pero menos de los que quisiéramos.
Yo que soy de una generación que educaron para sentir culpas y pedir disculpas, me siento culpable de tanto placer por algo tan aberrante. De toda la información obtenida de este pozo de mierda que es internet y que hay que cribar, me quedo con la imagen del tipo introduciendo un tubo por la boca y hasta el estómago de la pobre oca. Y con el mismo tipo sentándose a esperar a que el animal enferme de esteatosis. Feo término para pocas horas después cambiar el nombre por el de foie y servirlo en mi mesa. O en las vuestras.
Pasó que el primero de estos tipos fue un egipcio que observó cómo los gansos migratorios descansaban en invierno junto al río, momento en que utilizaban sus propias reservas de grasa para sobrevivir. Lo mismo que me ocurre a mí, que quemo mis reservas si no desayuno pero con la diferencia de que a mí nadie me observa ni se me come el hígado. A aquel egipcio se le ocurrió que si aceleraba el proceso y cebaba al ganso, el hígado se llenaba de grasa rápidamente y él podía pasárselo pipa comiéndolo. Tengo suerte, realmente, de que nadie observe si desayuno o no.
A lo que íba, que ahora no sé si comer foie o pasarme al atún fresco. Aunque con el atún pasa otra cosa, y es que está de moda; y como es el segundo depredador de medusas – el primero es la tortuga pero en occidente de ésa poco hay en el menú – pues ya no puede una nadar sin riesgo a salir del agua con la piel plagada de molestos zarpullidos. A menos atún, más medusas, que quede claro cada vez que vayáis a la pescadería. Pero bueno, en mi memoria no hay más atún que el de lata y vete tú a saber si procede de los restos de la cola de un rape macho.
Pero… ¿qué harían los grandes chefs sin foie? Y yo misma, ¿qué le pongo ahora a la tropa de primero en Nochebuena? Acabo de recibir un regalo de María Vidal, de Semon (se me ocurre que la mejor charcutería del mundo pero a lo mejor lo escribo por partidismo) en el que hay un bloque de foie que casi me hace saltar las lágrimas de placer y emoción. ¿Qué hago yo ahora? Sólo se me ocurre rebuscar en la despensa, la cerebral, para ver cómo he solucionado anteriormente situaciones análogas. Como cuando decidí que si lucía otra piel sobre la mía sería sintética y a partir de aquel momento compré camisetas térmicas como dermis intermedia.
NOTA IMPORTANTE al cierre de esta columna ya me he comido el foie y sigo con mi vida sin más culpas que las que me transmitieron en mi infancia y adolescencia. DELICIOSO, por cierto.
4 Comments:
¿Has probado el atún con foie?
Delicioso.
Es muy fácil de preparar. Trata el filete de atún, como si fuese de buey. Lo haces a la plancha, vuelta y vuelta. Y cuando esté en el plato, coloca encima una rodajita de foie para que se vaya derritiendo.
Es una especie de “mar y montaña”, que tendría que haberse inventado en esa tierra maravillosamente loca que es el Ampurdán, aunque a mí me lo sirvió en Ibiza una antigua novia mía, más italiana que la Gioconda.
Besos.
12:41 PM
Mil gracias por la idea. Lo probaré porque no tengo ninguna intención ni de dejar el foie ni de iniciar una campaña pro-gansos. Saludos, ANNA
2:38 AM
Anna bonita: Ni se te ocurra hacerle caso a esa Lorena. He probado la mezcla de atún y foie y es horrible.
Como me gusta ser constructivo, te ofrezco otra mucho más armónoica. Haz pechugas de pollo a la plancha y ponle encima un poco de foie para que se derrita.
El pobre, mísero, humilde, campechano y proletario pollo, gracias al toque de clase del foie, se convierte en condeduque y grande de España.
Un beso de tu pirata de guardia.
5:42 AM
De gustos no hay nada escrito, o está escrito todo, que para el caso da igual, pero sobre educación hay un sinfín de manuales publicados, incluidos los especializados en machistas con la lengua floja. Lo digo porque me parece muy bien que al señor Rúa no le guste el atún con foie, pero me parece muy mal que, por esa razón tan subjetiva, se permita el capricho de anteponer a mi nombre de pila el adjetivo despreciativo de “esa”.
Señor Rúa, yo no soy “esa”. Búsquese a “otra” para su copla.
Por cierto, antes de responderle, me he tomado la molestia de preparar el pollo con foie. Usted dice que eleva el proletario pollo a categoría de aristócrata. Yo considero que devalúa el exquisito foie y lo deja parecido al palo de un gallinero: corto y lleno de caca.
Hasta nunca.
11:59 AM
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