Monday, October 23, 2006

HABITAT: TARJETA DE DESCUENTO

Hola a todos los que sóis y estáis. Ciertamente, HABITAT, que quiere y mima a sus clientes, nos envió una tarjeta de descuento a la tropa de prensa. El jueves 19 de octubre fui, pues, a HABITAT de shopping. Compré, claro, ¿quién no? Entre muchas cosas el primer cajón de la cocina para mi hija Bárbara que se independiza. Ésto significa todas las "andróminas" de madera, las pinzas, el pincelito para la yema de huevo, la espumadera... Todo éso tan prosaico y necesario.
Llegué a caja, y había olvidado mi tarjeta de descuento. DIOS!!!!! Bueno, pensé, como todo va informatizado me localizarán. Y ésto fue lo que pasó:
Se acercó una encargada, bajita, morenita, llenita.
-"No llevo mi tarjeta de descuento de prensa", dije
-Ése no es mi problema, contestó. Yo, a tí no te conozco.
-Ah! creo que si consultas en tu base de datos me localizarás, sugerí.
-Mira - insistió - si se te manda una tarjeta es para que la lleves encima, no para que nos des a nosotros trabajo extra.

La chica, sin duda, tiene razón. Confieso, pues, oficial y públicamente que lamento haber causado a HABITAT, empresa líder en el sector DECORACIÓN SELF SERVICE, el más mínimo contratiempo. Entiendo que el hecho de no llevar encima la tarjeta de descuento puede haber sido causa, por ejemplo, de lo que sigue:

-La encargada íba en aquel momento a hacer pipí y debido a mi olvido se meó encima.
-La encargada tenía una llamada en espera de su novio. Él quería decirle "volvamos a intentarlo". La demora, por mi culpa, les llevó a cortar su relación.
-La encargada tenía la regla y llevaba tanto rato sin cambiarse el tampón que ya le dolía.
-La encargada se odiaba a sí misma porque no le gusta su vida. Me convertí, pues, en diana de sus dardos. A mí, que otra cosa no seré pero sí soy generosa, no me importa.
-La encargada acababa de recibir una bronca de su superior, probablemente un hombre, y odiaba al mundo.
-La encargada salió aquella mañana de casa sin paraguas y resulta que el jueves llovía y tenía que ir a la tintorería al salir para recoger la gabardina de su tía, la que vive con su madre.

En fin, se me ocurren tantas razones para disculpar a la encargada que lo dejo ahí.
¿Sabéis cómo acabó? Le dí las gracias por su sugerencia, le prometí que intentaría no olvidar nunca más la tarjeta, y le prometí también que intentaría olvidar HABITAT. También le dije que sólo había ido a comprar, no a recibir una clase de normativas al usuario.
Pero a la encargada, probablemente, le importa un carajo lo que yo piense. Y a sus jefes. Y a los diseñadores del festival. En realidad, sólo me importa a mí, que tendré que subirme al coche e ir a IKEA, que ya sé que yo me lo curro y si no me gusta me vuelvo a casa.

¿Sabéis lo más edificante de todo ello? Hace siglos que nadie me tuteaba. EDIFICANTE, no?

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