Thursday, October 19, 2006

MILAGRO PARA UN ORGASMO

Carmela tuvo un novio de esos que una madre diría: “nena, no vamos bien”. No le duró porque una cosa es tontear y otra muy distinta agredirse psicológicamente.
Me contaba Carmela que Pedro, profesor de Instituto, vivía obsesionado por las piedras de colores. En su piso del Eixample a medio rehabilitar atesoraba piedras como el que atesora relojes, recortes del Barça o Barbies (a escondidas). Había piedras sobre las mesas, en los cajones de la cocina, en los bolsillos de las chaquetas de pana gruesa. Era una paranoia sin cuartel. Lo más curioso era que al alcanzar el orgasmo gritaba “PIEDRAAAAAA!”. ¡Increíble que una palabra tan dura sirviera para relacionar con algo que acaba tan blando! Era, además, incómodo porque la comunidad de vecinos, cuando tocaba “baile” en casa de ella, sabía de su actividad sexual. Lo sé porque la hermanastra de una prima segunda mía es su vecina y me lo contó.
Le dí a Carmela una idea: “junto a la Cruz Roja de L´Hospitalet hay una tienda en la que venden milagros a medida. Se llama Aarón, y en una vitrina tienen montones de piedras de colores; cada color tiene un significado; dicen que si te la regalan, la intención se cumple. Busca una que limpie paranoias”. A la mañana siguiente estaba Carmela en Aarón. Nunca había tardado tanto en recorrer apenas 30 m/2 de exposición, ella que es de las que compra la fruta desde la moto.
Ésta es una pequeña muestra de lo que hay en la tienda: patas de conejo, lagartijas disecadas, fuentes luminosas de las que emerge humo blanco, botes de cristal llenos de hierbas; incluso una dorada fresca, salvaje (listo que es el tal Aarón), aderezada con sal gorda como ofrenda a un extraño icono. Tras una cortina escasamente tupida, está el oráculo de Aarón, allí donde el santón analiza cada problema. Porque allí, sin problemas, está claro que no se va.
Había piedras para todo: para tener novio, para la creatividad, el éxito, para favorecer el deseo sexual, para inhibirlo, para conseguir dinero. Dió con lo que buscaba y compró dos. A Pedrito le regaló la de color verde, la que libera la mente de paranoias. Por la noche la colocó sobre la mesilla de noche. “Después”, me contó Carmela, “me desnudó con movimientos pausados, masajeándome la espalda, los pies, el cuello. Se tumbó encima de mí y me hizo el amor. No gritó la palabrita. Voló a las nubes sin más sonidos que los del placer. Mi actividad sexual dejó de formar parte de la orden del día en las reuniones de la comunidad”.
La otra piedra era rosada. En la leyenda rezaba: “para conseguir novio”. Se la regaló a su hermana, que tras diez años sin novio fijo, a los dos días conoció al chico con el que ya lleva un año. No les garantizo el éxito, pero si tienen un rato – y un problema – vayan a la Cruz Roja, en l´Hospitalet, y pregunten por la tienda de Aarón. Está a pocos metros.

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