Thursday, October 19, 2006

ELLOS SE TOCAN

¿Por qué algunos hombres se tocan los huevitos contínuamente? No les importa dónde están o con quién; si les apetece, van y se los rascan. ¿Pueden imaginarse a una chica haciendo lo mismo con la correspondiente entrepierna?
A los 12 años tuve un mito de verano; rubio y con ojos azules, y se los tocaba sin parar. Hasta cumplir los 15 pensé que le picaba la ingle. Un día le hablé de lo guapo que me parecía a mi prima veinteañera y ella, sin pizca de piedad, me convirtió en una mujer adulta: “¿El que se rasca los huevos?”, me preguntó.
A medida que aparecían ídolos me fui enterando de más detalles. De saber qué se rascan pasé a saber lo de las “cargas” a derecha o a izquierda, dependiendo del peso del pene y de la simetría testicular. Más tarde descubrí que en alguna ocasión, mientras se los tocan, la lengua les asoma entre los labios y la mirada se les va por ahí.
De la misma forma que aquellos niños ladeaban la lengua al rascarse, ya adultos ladeaban los pies al tenderse boca arriba después de un orgasmo. Tras el efecto vaciado, además de quedarse a menudo dormidos, los pies masculinos se abren uno para cada lado; y la lengua otro tanto: asoma por una comisura y se ladea. Lo de la carga implica tres cuestiones obvias: peso, gravedad y gravidez. Pero lo de la lengua por la comisura, sigo sin obtener explicación alguna.
Con mi ídolo rubio de juventud mantuve una amistad de muchos años. Me mencionaba como su “amiga del alma”. Maldita la gracia que me hacía a mí aquello; no había forma de pasar al estadio siguiente, el del sexo. Ya en edad adulta asumí que en realidad yo no le gustaba nada. No era cuestión de amistad sino de rechazo.
Mi ídolo se casó con una chica de Manresa dispuesta a la procreación casi de forma exclusiva. Le perdí la pista y hace una semana, en una de las pocas ocasiones en las que circulo en coche por la ciudad y en una insufrible caravana en la Diagonal, frente a La Illa, les ví a ambos de pie junto al semáforo.
En ella apenas me fijé. Él se había convertido, ley de vida, en la viva imagen de su padre. Del cabello rubio no quedaba apenas nada, ni cabello ni mucho menos rubio. No le ha crecido mucho la tripa ni tiene ese flotador hormonal despiadado y que cada día me parece más sexy en los hombres. Por lo demás, incluido el traje gris pálido (el peor), camisa blanca (¿sería de insufrible manga corta?) y corbata amarilla y azul, mi ídolo ya no existía.
No quisiera dejarles sin el detalle final: allí parado, en el semáforo de la Illa, se tocaba los huevos. Tras 25 años de matrimonio con la chica de Manresa, ni ladeaba la lengua ni ponía los ojos en blanco.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

he escuchado a muchas mujeres hacer la misma pregunta ¿por que diablos se rascan las pelotas? es verdad todos los hombres lo hacemos si no es en publico es cuando conduzimos, pues es tipico de nosotros con una mano al manurio y con la otra rascandonos las pelotas o cuando nos sentamos pareciera que estuvieramos empollando los huevos yo creo que es algo mas bien cultural de mostrar virilidad o como dices tu nos pesa una bola mas que la otra esa es mi opinion chao.

2:04 PM

 

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