Friday, October 20, 2006

VUELTA AL PRESERVATIVO

De vuelta al prosaico mundo de lo cotidiano, ya vaciado el bolso de tickets imposibles de desgravar, de llaves que no sirven, de la caja de preservativos menos usada de lo deseado y de montones de monedas de dos céntimos de euro, recopilo las informaciones recibidas durante el mes de agosto.
Quien diga que el mes de vacaciones no es una prueba de fuego para las parejas consolidadas, o no está consolidado o no se quema. Llamé la semana pasada a mi amigo Miguel, y ante mi pregunta “¿estás de vacaciones”?, la respuesta fue: “No; con la familia”. Ayer por la tarde me reuní con él y éste es su relato vacacional.
“Nos instalamos en La Cerdanya con María y los niños a primeros de agosto. La primera semana llegó mi suegro, que como sabes pasa dos semanas con cada hija desde que enviudó. El lunes de la segunda semana llegaron una amiga de la niña y un amigo del niño. De repente apareció mi hermana, desde Pals, con el bebé de seis meses y una depresión de caballo porque ha descubierto a través de los sms que su marido tiene le es infiel. Dos días después apareció él suplicando perdón. Les pregunté si aprovechando que volvían a Pals podían llevar a mi suegro a casa de su otra hija. En vez de éso, nos dejaron el bebé para marcharse solos a Portofino. Carretera y manta, y trasladé al abuelo. Hasta ese día, y sólo estábamos a mitad de mes, habíamos cenado en casa tres noches. Vida sexual, cero, claro. El resto fue un contínuo de cenas, copas y cafés con amigos y conocidos que vemos durante todo el año. Incluída una comida en ese lugar que se llama El Quer no sé qué, donde una especie de facha disfrazado de progre te cobra lo que le da la gana y si no le gustas te echa. Lo curioso fue ver la cantidad de conocidos que les gusta ser maltratados. Pensé que las dos semanas que quedaban acaso compensarían en algo las dos anteriores. Conseguí habitación para una noche en La Torre del Remei y me encerré con María, a la que no pude ni rozar. “No es culpa tuya”, me dijo, “soy yo”. Así es que afronté con estoicismo las peleas entre las parejas, las inacabables cenas, los partidos de paddle de la comunidad, las costillas a la brasa y el trinxat fuera de temporada. Los dos últimos días apareció Lucía, la vecina divorciada, recién llegada de Ibiza. No sé si fue el olor a salitre acumulado o escuchar cómo hablaba de lo deliciosas que estaban las gambas ibicencas, pero el caso es que una noche me acosté con ella y no sólo recuperé la autoestima sino la memoria de músculos cuya existencia había olvidado”.
Anoche repuse en mi bolso la caja de preservativos. Por nada, sólo por si se me ocurre hablarle a alguien que vuelve de la montaña de las delicias del mar.

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